Vendedores ambulantes, visitantes nacionales, extranjeros, comercio, artesanías, exposiciones y eventos culturales, se toman las calles del centro de Popayán. Propios y visitantes salen de sus residencias para aprovechar lo que la Semana Santa trae consigo, siendo una temporada en la que se puede admirar la tradición payanesa en su máximo esplendor.
Es viernes Santo es el inicio del viacrucis para muchos creyentes, que manifiestan el fervor de distintas maneras, todo ello reflejado en sus oraciones, en sus cantos y su disposición para hacer un largo recorrido, y ser testigos de una réplica de los pasos que marcaron los momentos de la muerte de Jesucristo.
En un corto recorrido que hice por el centro de Popayán, a unas pocas cuadras del parque Caldas llegué al lugar donde choqué con Colin Kovan, un hombre para quien la semana Santa es el tiempo de disfrutar, conocer, en fin unas vacaciones de diversión
Son varios los extranjeros que visitan durante esta época del año la ciudad por su tradición religiosa, sin embargo, para este visitante estadounidense, sus intereses son muy distantes delo espiritual y la reflexión.
Frontón iglesia La Catedral Popayán - Fotografía por: Cristian Castro
Decidí acompañarlo en una caminata por el centro cuando, él lleva una pinta veraniega, de bermudas y camiseta; empieza a caminar tratando de capturar una imagen de la arquitectura colonial y religiosa que ofrece Popayán, así mismo aprovecha al máximo su tiempo para deleitarse con la exquisita gastronomía que le ofrece la ciudad blanca. Aunque su español no era el más claro, entiendo que le causa sorpresa ver lo militarizada que están las cuadras blancas que poco a poco transita.
A Colin le agrada la libertad y la tranquilidad que siente.
“Aquí consigo diversión, mujeres y buena rumba a bajo costo, por eso es mi destino favorito, además, disfruto la noche, la ciudad muestra una cara distinta y la gente parece ser más amable”.
En vez de sentir el fervor de la semana sagrada, pretende encontrar otro tipo de sensaciones que podría experimentar en Popayán, tal como vivir una aventura amorosa, según concluye, “una que no sea tan larga”.
Pasadas unas horas y según el mapa que tenía en sus manos Colin, su recorrido había finalizado: terminó en la iglesia San Francisco. Sin tener un rumbo definido, regresó a su lugar de residencia, donde tomó una ducha y descansó del sofocante calor de la mañana. Con un tono irónico expresa antes de entrar a su habitación: “por ahora terminó la diversión, esperaré los espectáculos nocturnos”.
“Mi mirada no consigue enfocarse en algo, por eso decido volver a casa, a esperar la llegada de la noche, y con ella, las reconocidas procesiones payanesas”.
Son un poco más de las ocho de la noche, los habitantes de la ciudad empiezan a desplazarse desde sus hogares, hacia el centro histórico. La aglomeración en los andenes no se hacen esperar: atropellos, empujones, pisadas, cansancio y el frío de la noche son algunas de las cosas que deciden soportar las personas, que buscan un lugar privilegiado para verlas procesiones de la llamada Jerusalén de América.
Procesión Semana Santa Popayán - Fotografía: Revista Diners
Ahora las calles son calles de honor para que las majestuosas y tan reconocidas mundialmente procesiones payanesas engalanen sus paredes blancas con todo su esplendor. Mientras fuera de la multitud, hay muchas personas que como Colin no se identifican con la religiosidad de esta semana. Veo que un grupo de jóvenes se ha apropiado de escenarios para realizar actividades que el alcalde mayor de la ciudad, Francisco Fuentes, ya en el pasado había denominado profanas. Dichas actividades afloran sin ningún reparo; coexistiendo sin ninguna dificultad. Parecen ser las dos caras de la moneda y es la pausada noche la que abre sus puertas para ofrecer actividades a los visitantes, quienes las aceptan sin estupor después de admirar el profundo arraigo religioso de la ciudad.
El territorio en las calles ahora es de pocos, la noche se ilumina y se transforma; las procesiones han terminado y el sentido religioso de la penumbra parece haberse ido con ellas, una noche insensata que apenas empieza para algunos.
“Para entonar el ambiente unos cuantos aguardientes, eso sí caucano”
Son las palabras de un joven de 16 años, llamado Maicol, quien fue retenido por uno de los cientos de policías que formaban un cinturón verde para controlar y evitar desórdenes públicos. Él necesitaba unos cuantos traguitos de aguardiente y un cigarrillo para amenizar la noche, Sin embargo, la policía de infancia y adolescencia lo retuvo por ingerir licor. Esa noche hubo bastante control sobre los menores, ya que en una ocasión fueron protagonistas de desorden público durante las festividades religiosas de las cuales se cierne un importante dispositivo de seguridad.
Al preguntarle a Maicol sobre el significado que tenía para él lo que estaba haciendo, respondió con tono irónico:
“no me importa esas procesiones, porque no tengo fe, ni creo en eso. Es viernes y quiero pasarla bien como todos los fines de semana”.
Él no era el único con ese pensamiento, varios de los que participaron de las procesiones se dispersaron por el centro, con el fin de buscar música y licor. Todos esos servicios los ofrecían algunos establecimientos que abrían sus puertas para todos aquellos que quisieran “rematar las procesiones”.
Popayán nocturna - Fotografía: Flickr
Transitando la calle quinta, escuché a todo volumen una canción de Richie Ray y Bobby Cruz, el sonido salía de un bar pequeño, lugar en donde Colin esperaba para disfrutar como muchos otros turistas, de unas cuantas cervezas y un rato ameno con buena compañía y música, el cual había empezado para él hacía unas horas, ya que su semblante crecía debido sensación producida por el alcohol.
Así transcurrió aquel Viernes Santo en la ciudad de Popayán, reconocida por su religiosidad, donde la realidad varía según la perspectiva desde la cual se la observe, donde se consideran mayores actos cotidianos como “profanos”, y donde las tradiciones se expresan a la luz del día y en la noche, la otra cara de la moneda que no brilla mucho pero atrae más, se vuelve testigo del goce.
Regresar a CoMarcaDigital.com